La obra de Olga Lucía Montoya narra el encuentro espontáneo entre luz, sombra, y textura. Si la luz cambia, la textura cambia. En fracciones de segundo, a la velocidad de la luz, la mirada captura y crea, con el brillo que sugiere el instante. LA OBRA PROPONE OTRA DIMENSIÓN, donde la espontaneidad penetra su espacio.
En esta obra, la luz es determinante. La sombra derivada del reflejo encuentra su lugar, donde las formas componen espacios insospechados y profundos.
Lo espontáneo se construye en términos de luz, sombras y texturas; más allá de un diálogo de formas, colores y conceptos.
Su origen está en la fotografía, pero LA OBRA NO ES FOTOGRAFÍA ARTÍSTICA, NI ES PINTURA FOTOGRÁFICA. Germina entre el ojo y la técnica, pero tampoco es sólo técnica. La espontaneidad de esas condiciones requiere de continuidad e intuición; no es lo mismo mirar desde un ángulo que desde otro.
En el proceso de mirar, lo espontáneo brilla; la técnica aporta; y el tiempo, necesario para que los elementos tomen su lugar, interviene.
Ésta es una obra única, por sus componentes intangibles, volátiles y momentáneos. Es en esta verdad de luces y sombras donde las NO FOTOS, encuentran su expresión. La espontaneidad es, en la obra de Olga Lucía Montoya, un momento de emoción, un lenguaje.
