Inti, una deidad creadora celebrada por incaicos, quechuas, puquines, aymaras y mapuches el 24 de junio -día del solsticio de invierno del hemisferio sur-, en la época de su fabricación, 1430 a 1535 d. de C.
Esta versión elaborada en metales circuló en algunas regiones en los siglos XV y XVI en el altiplano. En la Conquista (1571) un disco dorado fue enviado al Papa y se perdió, supuestamente fue lingoteado.
Muchos de estos discos se encontraban en Cusco, así como en santuarios de todo el imperio, especialmente en Coricancha, donde era adorado y reverenciado y se acudía a su ayuda en busca de favores para resolver problemas, aliviar necesidades, hacer nacer las cosechas, curar las enfermedades y dar la seguridad requerida por el ser humano.
Según las crónicas, Inti se representa como un óvalo dorado con cenizas y metales en polvo en forma de rostro humano del que se desprendían unos rayos conformados por edificaciones y dos tipos de hombres y otros animales -cocodrilos, águilas, jaguares y aves, humanos y animales sobre los que ejercía su dominio.