El cuadro retrata a una mujer que emerge de la corteza de una árbol, haciendo alusión como si ella misma fuese parte de una fibra interior del mismo. Aquí se da paso a la simbología de una mujer que se deja ver como es, desnuda, sin adornos en consonancia con su naturaleza. Destapa su esencia y nos lleva a reflexionar de dónde venimos.
El uso de primeros planos en tonos claros, en contraste con las sombras hace que esta transición en la luz ponga énfasis en el volumen del rostro, generando profundidad y dramatismo en la obra. El manejo de los tonos y matices busca que el espectador se sienta atraídos por las áreas más claras.
En esta obra busco llevar al espectador a la reflexión de la importancia de la convivencia con la naturaleza. Entender al hombre como parte de una red organismos vivos que deben retroalimentarse, cada eslabón es fundamental para la supervivencia, tal como sucede en los bosques. Por otro lado una critica al mundo ornamentado y de consumo, de tiempos inmediatos que nos lleva a la despersonalización de nuestro ser y al descuido por el ambiente en que vivimos.